domingo, 25 de septiembre de 2011

Debería tener nombre

Un beso,
Dos,
Tres,
Cuatro,
Cinco,
otro,
uno más,

Y otro…
Perdí la cuenta,
seguir contando es inútil,
tus besos jadeantes
envician,
enloquecen,
descontrolan,
uno cerca del otro,
uno seguido del otro,
cada uno más certero que el anterior.

Ese respirar corto y acelerado,
tan corto y tan acelerado,
ese respirar que ahoga,
que da vida,
ese, mi suspiro que no termina,
ese…
el mismo que se funde en uno con el tuyo,
ese, nuestro gemir al compás de un beso,
al sonido de  los hilos de nuestra saliva,
al compás de tu lengua,
es: decirlo todo.

Es tu lengua
inquisidora y matadora,
carnívora y devoradora,
primitiva devastadora,
voraz suicida,
curiosa, fisgona,
la que malea, la que corrompe,
la que envicia.

Voraz suicida
busca su muerte entre mi boca
entre mis labios,
entre mis dientes,
entre mis suspiros y mis gemidos,
entre lo húmedo y lo calido,
entre el estirar y el encoger,
entre  el cerrar fuerte de tus ojos y
el jalonamiento de mi cabello,
entre mis labios seducidos y
mis manos entre tus muslos que exploran.

Son tus labios,
los que sostienen y entrelazan los míos con firmeza,
con una sutil crueldad delicada
que deleita.
Es tu boca la que explora,
la que se abre y se cierra
la que le da paso a tu lengua,
y a tus dientes en mi clavícula,
esos que me hacen gritar con la luz apagada.

 Y es esa…
la bitácora de un beso,
de nuestro beso,
la mezcla perfecta
entre seducción y ternura,
entre pasión y locura,
entre lo húmedo y lo calido,
entre amor y ¿desenfreno?

Ese beso que envicia,
deprava, que gusta,
que deleita,
que comienza y termina,
que termina, que comienza,
que comienza en tu sonrisa
que termina con mis gemidos,
que termina sudando
que comienza…



ALBA SÁNCHEZ. 

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